martes, 4 de marzo de 2008

Carta I

El final de los finales. Uno no se espera que las cosas sean así, pero nada se puede hacer cuando uno ya siente que las incompatibilidades superan a las posibilidades. Cuando algo termina sin siquiera empezar, es cuando con más preguntas te quedas: ¿Hubiera funcionado? ¿Te habría soportado?¿Me habrías soportado?. Y de pronto las interrogantes pesan más que uno mismo y las cargas a todos lados. Tratas de dejarlas a un lado y si bien lo haces; no dura mucho. Te persiguen, te acechan y están a la expectativa para calar cada vez más profundamente.
Es por eso que escribo esto. Porque quiero aligerar mi carga y respirar un poco más tranquila. Porque debes saber que nunca dudé de esto, pero sí de ti. De todo tu interés desinteresado, de tu manera de quererme tan a medias, tu facilidad para dejarme ir cuando esperaba que me llamaras a gritos, por tu manía de ser una persona totalmente indiferente.
No se reclama nada, ¿con qué derecho? Acá nadie se irroga atribuciones que no tiene. Fui tonta, cobarde y demás, pero para mí con fundamento. ¿Qué iba a ser de mí si me apegaba aún más?¿Qué pasaría si un día decidías que yo no era la persona para ti? Tanto miedo y tu plus de esa hombría que te volvía totalmente ajeno a mi vida me aterró. Huì de ahí despavorida y regresé mil veces más para lograr confundirte tanto a ti como a mí.
Conclusión: Mil interrogantes, ni una sola palabra y un vacío que dificulta que continúe con la vida que solía llevar. Talvez algún día veamos la perspectiva del otro y entendamos sólo por un segundo lo injustos que fuimos. Y si no fuera así, mis preguntas y recuerdos agridulces quedarán aquí en mi bagaje de culpas, junto a todas esas que no me dejan ser enteramente feliz.

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