jueves, 28 de febrero de 2008

Vanidad, zapatos y desgracias

Ok. Aunque no soy la mujer más femenina del planeta, debo aceptar que tengo una debilidad: los zapatos. Pero no cualquier zapato: debe ser alto y con el taco delgado (taco aguja siendo más específica). Pues bien; mi trabajo (así le digo, pero en verdad es ad honorem así que eso también es algo que hago por puro vicio) hace que me movilice dentro del centro de la ciudad constantemente y como al alcalde se le ocurrió cerrar el centro històrico, debo caminar.



La parte de andar no me irrita, considerando que es el único ejercicio que me atrevo a realizar, pero algo sucedió hace dos días. Saqué mis sandalias preferidas a pasear y mientras me alistaba para demostrar que tengo dotes de equilibrista, tropecé. Doblarme el tobillo no fue lo peor, ver volar mi zapato roto, fue desastroso.Pero encontrarme sentada en la acera con cara de desorientada sin saber qué hacer y con la gente observándome comoa bicho raro, eso sí fue malo.

Mientras decidía entre si me levantaba sola o si hacía puchero para que alguien me ayudara a ponerme de pie, pasaron tres personas: dos niños y una señora. Los dos primeros me señalaron y rieron. La señora felizmente no señaló, sólo se carcajeó...

Al levantarme con la sandalia en la mano, entendí que eso de jugar a equilibrista no es necesario, que puedo ir chiquita a trabajar (léase regalarle mi tiempo a la institución), y que como mi mamá suele decir primero es la comodidad antes que nada.

Pero ahora me pregunto: Si pensé eso mientras odiaba quemarme el pie mientras pisaba la acera, ¿Qué demonios hago con una caja de sandalias nuevas taco aguja idénticas a las de antes de ayer?

Vanidad...es pura vanidad...

No hay comentarios: